inriri

inriri

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La lengua se movió

acariciando el cielo     la boca.

Desde la glotis subió

arañando los bronquios.

Salió en un silbido.

Se atropelló en los dientes

y afuera

se escuchó en quejido.

Salió y emulo el cantar de hogueras.

Las melodías de troncos huecos

que desde el centro

traían palabras de dioses y cielos.

La mancha era como una herida en la cueva.

Desde el fondo

sus ojos amarillos resplandecían

superponiéndose a las penumbras,

el penacho rojo restallaba y el pico largo

se asomaba tomando agua.

La diosa estaba tomando agua.

Sus pechos al aire

colgaban de sus cuerpos como frutas maduras.

Por las paredes húmedas

se asomaban todos,

los restos.

Hombres, demonios y animales de la Isla.

El hueco entre sus piernas sangraba,

de cada gota nació una mujer con toda la historia humana.

Fueron blancas y amarillas y verdes y rojas y negras.

—Estabas aquí desde antes, son darte cuenta.

La voz se alzó oscura y espesa

desde las profundidades.

Y el lugar se inundó de aroma de cenizas y miel.

Cantaron todos.

Inriri, estas aquí.

Estas aquí, Inriri.

Inriri, estas aquí.

Estas aquí, Inriri.

Así,

una cadena brillante

sobre el penacho

apartó la oscuridad.

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