A los Misterios.
Habría que buscarte,
destrozando con el alma la noche sublevada.
Olfateando con las garras,
más grandes, bien abiertas,
la Montaña
para que el Nombre no lo pierdas.
Y así
abrir el torrente en comisura
de una caricia
como sal.
Habría que recorrer
con la palabra el cielo
convertida
en Nortes de lloviznas.
Antillas y campamentos.
E invertir el ritmo a las fugaces
para ser en constante
la llamada del Estruendo.
Tú, volcán repleto
que haces de tus lágrimas
el mundo recorrido.
Un acuerdo entre guerreros.
Un misil buscando densidad,
y de la captura,
espacio descubierto.
Habría que buscarte
haciendo de la tierra la madeja.
E hilvanar alas a la luz,
que no encuentra,
la parte perdida de la piedra.
Porque Caribe
se emula en los poros de tus labios
como migajas de arena.
Y el espejo es reflejo
del eco que te llena.
Habría que encontrarte
para lamerte los colmillos.
Y así
a la orilla de los vientos.
Ser la intención
del Amor emancipado.
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