Vuela el nahual herido,
empuñado en la flor de carne
la obsidiana.
Cuarenta y tres océanos Pacíficos
inyectan de pálpito al animal dormido.
El Texacoco
se sacude las vidrieras,
y las infectas venas
del vástago enemigo.
El rito comienza lento
bendecido por los Dioses.
La cocción de los guerreros
es la vida de la tierra.
Cuarenta y tres lucernas,
hechas hogueras,
se propagan a la cúspide del alma.
Ometéotl canta desde El Hogar del Sol.
La memoria es eterna, ahora.
Y el jaguar habla
en los ojos del águila.
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